lunes, 25 de noviembre de 2013

relajación mientras lees

Pienso sobre las relajaciones conscientes, aquellas que insisten en sentir el momento. Estar de verdad presente en ese instante y en ese lugar.

Puedo estar concentrada en algo, pero a la vez sentir el ambiente que me rodea y envuelve.

Y así, según dónde lea el libro, éste se transforma.

Si leo un libro sobre amores truculentos, y yo paseo al mismo tiempo por las "calles oscuras" de Madrid, entre callejuelas; de pronto me parece que puede aparecer cualquiera de los siniestros personajes que imaginó el autor (aunque no fuese aquí, y fuese en Praga). El hecho de que casualmente se haya hecho de noche, yo haya abierto el libro para esperar y los recortes hagan que las farolas apenas luzcan da a esas palabras dibujadas unas emociones diferentes. Éstas provocan en mí la sensación de estar leyendo en un lugar más oscuro del real, y el motel descrito se traslada a Madrid.

Y si, como aquella mañana, leo un libro sobre "colonialismo interno" y violencia, en una oficina del paro todo cambia y pierde su teoricismo y academicismo. Entiendo perfectamente la simbología que expresa (lo compré porque no lo conocía) y finalmente y, por casualidad (?), estoy leyendo a Silvia Cusicanqui en uno de los lugares de memoria sobre los que más agudamente podemos proyectar el absurdo (que casi es cómico) y la monstruosidad de la violencia (que no salvaje, para ella ser salvaje, indio, es algo revindicable) que forma parte del sistema que nos da y nos quita de comer a partes iguales.

Y si todo ello lo escribo después (como he hecho) sobre este cuaderno nepalí que ha viajado tanto todo se convierte en palpable y real. Me da esperanza, mi voz ya no es eco en el desierto, el mundo está vivo, late, y la gente me reconoce, y habla, y sonríe, y todo ello sólo necesita de una cosa: nuestra mirada atenta sobre la vida aunque se esconda tanto que su cara se haga irreconocible y necesitemos herramientas materiales para reconstruirla.

Y así, como en el libro que hoy estoy leyendo, comprendo que las personas estamos unidas de manera irremediable a todo lo que hemos creado.

Nuestra moral no puede reducirse a palabras y nuestros objetos no pueden reducirse a materia.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Cómo hacer....

para que la ideología
nos dé nuevas pista
sobre hacia dónde.

Cómo hacer...
para dejarnos de dogmas
y no ir perdidas sin rumbo.

Cómo hacer...
para que quepan otras
y nos empapemos de sus historias
aunque nos suenen
o aunque nos parezcan novedosas.

Cómo hacer...
para no convertir lo que nos guía
en un führer
sin ninguna flexibilidad mental.

La flexibilidad mental

es un ejercicio

igualito al físico.

Y cuando se deja de practicar se pierde.

Cómo hacer entonces...
para que la belleza que te fascinó de aquella idea adolescente
no se pierda en tu nuevo ego de adulta hiper consciente.


Volver

Volver a reencontrarme
con las rocas y raíces
que me hicieron echar a andar.

Volver a conversar
con mis propias palabras
con mis amigas montañas
con mis piernas de libertad.

Me anclo
         y me desmarco.
de anclajes baratos

El mío va conmigo
allá donde te toco
extraño o me equivoco.

Las mías van conmigo
allá donde las canto.

Los prados que desnudan mis ojos
pueden ser estos
o pueden ser otros.

Yo prometo siempre recordar
(lo que no es poco).